
Algunos acontecimientos se vuelven un parteaguas en la vida. Dudas, tragos amargos, miedos y traspiés abren paso a una inquietud pasajera. Todo inicio viene de un final, todo final tiene un inicio. El tiempo es el mejor doctor, y el amor propio la mejor medicina. Avanzar es difícil, pero el renacer cual fénix es simplemente sublime.
OHGG, Abril 2018
Llegamos a sentirnos perdidos, sin remedio, sin ganas. Llegamos a sentir que no vale la pena cuando nos esforzamos en algo que sale mal. Debemos entender que todo es un ciclo, e inevitablemente, tiene un final. La educación, los recorridos, el día, la noche, la vida misma; son ciclos.
Sin embargo, como seres humanos, tenemos la capacidad para manipular esos ciclos; somos seres poderosos, pero, llegamos a flaquear por ingenuidad. Otorgamos el control de nuestro poder a quien (generalmente) no lo merece y nos parece que terminamos heridos. Lo cierto es que lo externo no nos lastima por dentro, a menos que uno mismo se traicione y lo permita. La culpa no es de quien obra mal, sino de aquél que lo consiente.
La imprudencia, la mentira y el engaño son daños potenciales que se activan por exceso de confianza. El miedo, la depresión y la desesperación son el enemigo en casa y se combaten recordando que el bienestar propio es siempre lo más esencial (no por vanidad o egoísmo, sino porque para sentir amor por algo o alguien, se debe comenzar por uno mismo).
La felicidad es el fin por excelencia correspondiente al ser humano, y por tal razón, resulta crucial reconocer que estamos aquí para curar el dolor, para sanar las heridas, para enfrentar los miedos y mitigar la ansiedad. El error más grande que puede cometer una persona es el perderse de vista a sí misma, pues termina siendo preso de un pasado que invita a aferrarse a una inexistente realidad alterna.
Hay que soñar, pero sin dejar de sentir, sin dejar de vivir. Es lógico sentirse carente de rumbo, extraviado, pero es imperativo reencontrarse; como el sol deja al mar por la mañana pero siempre vuelve a él, como las olas remueven la arena para después volverla a traer.
Es difícil, no imposible; al final, uno decide; levantarse, derrumbarse, hasta cuándo aplicar el remedio. Un mal trago no amerita estancamiento, la decepción no significa rompimiento interno. Es normal sentirse herido, es normal haber perdido, pues todo esto es parte del ciclo; no hay reencuentro sin olvido.